martes, 28 de diciembre de 2021

Notas sobre los minerales a medida que avanzo en "Naturaleza de la luz" (Eolas, 2023)


1. La vida parece devenir del hábito de los minerales, de su conocimiento organizativo. Un continuo en ese primer propósito parece hacer el deseo de vivir, y entonces la mater (materia) irá más allá para convertirse en algún órgano u orgánulo que se entienda con su contexto compositivo. También parece estar la vida en el lenguaje. Asimismo, lo está en la creatividad que se salta el hábito para indagar nuevas formas, según necesidad que la lengua avise (esa inyección en la veta).

2. Conociendo los minerales (su composición, su geometría, y otras características como el hábito, la dureza, la tenacidad o la fractura), emerge de pronto la versión humana de la mineralidad, el porqué de lo vivo explicado desde la veta, el latido milenario o el propósito de la estructura molecular de los minerales.  

3. Así parece que lo mineral también es nuestro lenguaje; un lenguaje que nos menciona y explica. Ha sido escrito en los renglones de la Tierra; en los estratos (de igual modo, lo encontramos en los árboles, como se vio en La Escuela de las Órbitas -Olé Libros, 2023- y en su reflexión poética sobre el calendario de Ogham).  

4. Era esperable, si lo pensamos desde la perspectiva del fractal: el mundo se genera reiterando sencillas ecuaciones creativas (que repiten mater, añadiendo variables ligeras. Eso da la hierba bajo el sol, por ejemplo, la costa de Bretaña, las nubes). A dichas ecuaciones se las ha llamado cantos, nueces del rito; y antes de la explicación racional fueron secretas, aunque muy utilizadas.  

5. Los minerales hablan lo suficientemente alto para que los escuchemos, pero lo hacen tan despacio que no los oímos. Por eso no alcanzamos a entender que hablan de nosotros, hijos minerales; procesos minerales.

6. Ya en la alquimia se vio la psique con claridad: del infierno a Beatriz es de la nigredo al oro. El duelo puede devenir en comprensión, el miedo en avance; o la aventura del espino es sobrevivir por afilamiento (y consumir tanto mineral como se encuentre).

7. Y todo porque, tras el inicio del universo, el Hidrógeno supo congregarse. Poco a poco vinieron de él todos los cristales, del mismo modo que de los movimientos psíquicos emerge la cosmovisión que cristaliza en mundo: hijos de lo mineral atrapados en la Gran Rueca.

8. En definitiva, los minerales son las flores de la tierra, flores secretas que hacen nuestra sangre.

9. Parece que el Secreto está en la geometría de los cristales y se puede llevar al lenguaje, si este reproduce esa geometría: es un volver al inicio para reflejar el propósito, representar por escrito el juego de la vida, la reiteración geométrica con variables; de nuevo el fractal. Si esto va al aliento, el lenguaje se congrega para dar a luz, esto es, también se vuelve creacional. La figura geométrica que aparece en el papel entonces (o en tus oídos) ya no es una transcripción: es vida y generará vida. La magia del lenguaje se presenta aquí por imitación de la geometría de los minerales, del mismo modo que lo hacen los cuerpos. 

Imagen: Rob Lavinsky, iRocks.com – CC-BY-SA-3.0.

domingo, 3 de octubre de 2021

Taller de libro sobre "Tratado de las mariposas", de Yaiza Martínez

 

Mi libro Tratado de las mariposas es sin duda un libro complejo. Reconozco que no se comprende muy bien. Pero yo fui muy feliz escribiéndolo y cada esquina y rincón de la obra están para mí llenos de significado. Entra a un jardín: ¿lo entiendes? Así escribí entonces, observando la naturaleza de plantas, mariposas y personas con la imaginación más atenta; penetrando en el jardín todo lo que pude. Fue un recorrido precioso que me permitió reconocer que en la imaginación nunca estamos solos.


Paradójicamente, sin embargo, Tratado de las mariposas no fue fruto de un arrebato visionario, sino de un experimento muy planificado: observación metódica con el ojo de la imaginación (apliqué un análisis empírico, "científico-surrealista", pues ya iba pensando en la Teoría fascial del conocimiento; búsqueda de datos sobre las mariposas, estudios mitológicos a partir de sus nombres, y una estructuración del libro acorde con la metamorfosis, fueron algunas de las medidas estratégicas que seguí. Nada de lo utilizado reveló el Secreto, pero la aproximación resultó para mí una apertura al jardín y un camino para atraversalo.

De todo ello y de otras cosas que podéis ver en el cartel hablaré en el Taller de libro organizado por Ediciones Tigres de Papel, con motivo de la reedición de Tratado de las mariposas en 2021. Será el 21 de octubre, a las 18.00, a través de la plataforma Zoom.

Os dejo aquí los enlaces necesarios, para que no tengáis que copiar. Me encantará veros, muchas gracias:

-Compra del libro para acceder al enlace Zoom

-Email de la editorial: tigresdepapeleditorial@gmail.com

lunes, 13 de septiembre de 2021

Mira de reojo para conocer en la bruma (o por qué combinar la imaginación con las matemáticas)

A mediados del siglo XX, la psicoanalista suiza Marie-Louise von Franz (1915-1998) dictó una serie de conferencias en el Instituto Jung de Zurich sobre el papel de los números en la adivinación, a través de métodos numéricos como el I Ching.  Estas conferencias están recogidas en Sincronicidad y adivinación (Paidós, 1999), y sorprendentemente ayudan a comprender algunos de los conceptos matemáticos del siglo pasado.

Franz habla de un componente no cuantitativo sino cualitativo de los números (“en el pasado la gente decía que la imagen de dios era uno, la diosa madre era el dos…”), esto es, un nivel semántico en los números susceptible de concordar con cualidades del presente, el pasado o el futuro. De esta forma, los números podrían ser un reflejo parlante de lo acontecido o de lo que acontecerá.

Es otras palabras, Franz habla de un contenido semántico en la realidad del que los números nos hablan (todo parece muy metafórico cuando relaciona los hexagramas del I Ching con las “matrices” del álgebra).

Al mismo tiempo, como buena pensadora no lineal y por tanto altamente recomendable, más adelante abandona los números para decirnos que, para ver bien los contenidos semánticos de la realidad, a veces es mejor mirar de reojo.

¿Es que contar y mirar de soslayo no son formas incompatibles de aproximación a la realidad para su conocimiento? Quizá haya una respuesta a cientos o miles de años luz de nosotros.

Hace poco, bajo el cielo estrellado del Torcal de Antequera, en Málaga, asistí a una actividad de astroturnismo organizada por el equipo del Observatorio, que se levanta entre rocas antaño sumergidas bajo el océano. Tienen formas insólitas, pues fueron conformadas por capas y capas de seres marinos petrificados.

El espectáculo estelar era grandioso: se veían la Vía Láctea, el Carro, Arturo y Vega. La Cruz del Norte, Casiopea, la Tetera y el Triángulo. Al oeste había algo más: una pequeña constelación que apenas brillaba. El astrónomo que guiaba la actividad nos dio la pauta para determinar su forma: mirad de reojo para verla bien.

Según Franz, mirar de reojo supone desconectar la mente consciente para que la información que habita en el inconsciente emerja a nuestra conciencia. Para los astrónomos, cuya ciencia en gran medida está basada en el conteo, ese tipo de mirada permite conformar constelaciones a partir de información lumínica indirecta.

Por tanto, en ambos casos parece que, si se pretende un acercamiento más veraz al objeto de conocimiento, las matemáticas y la imaginación deberían ir de la mano. ¿Será que adivinar y conocer no distan tanto? El hexagrama 19 del I Ching nos ofrece una respuesta interesante: la aproximación como unión de la tierra y la bruma.

domingo, 16 de agosto de 2020

Betula y oscuridad de los órganos: sobre el bosque que vive en el cuerpo

 

En la actualidad desarrollo una investigación científico-surrealista en la materia imaginal del cuerpo (esa cepa simbólica de nuestra carne, tantas veces llevada al arte y los templos), y la estoy plasmando en un libro con algunas ilustraciones de la artista mexicana Adriana Manuela, con la que ya colaboré en el Tratado de las mariposas.

Básicamente, mi estudio consiste en atender las imágenes que la carne desprende al contacto con el ojo de la imaginación –esto es, cuando observo cualquier parte del cuerpo a la espera de que de ella surjan las imágenes que el cuerpo contiene.

Parecerá risible afrontar empíricamente este cometido, dada la falta de exactitud perceptiva de ese ojo (nada que ver con la de microscopios y/o telescopios). Sin embargo, yo no busco la luz sino lo que parece que se ve en la oscuridad (anótese todo lo que brilla). Además, la actividad me entretiene y me hace sentir integrada en el mundo de una forma esencial y poética.

Dicho esto, dos de las nociones desprendidas de mi estudio han sido que el cuerpo es un árbol y es bosque. Más adelante, en ese bosque he encontrado además aspectos intrínsecos a lo humano en general, más allá de un cuerpo específico

[por tanto, las imágenes parecen círculos y espejos; y así se me antoja que puede haber un alma de Correspondencias en la materia, susceptible de ser cantada. Eso intento en el libro].

Por otro lado, al adentrarme en el bosque me encontré de repente en el calendario celta de Ogham (una traslación así, ajena al espacio-tiempo, solo es posible a través del imaginario y quizá también a través de los campos mórficos de la biología).

Es este un calendario arbóreo (cada mes está representado por un árbol) de trece meses lunares, que casa perfectamente con la Escuela de las Órbitas que, al igual que a los cuerpos, rige a este libro.

Su primer árbol es el abedul, una especie que ama las riberas de los ríos y cuyos ejemplares parecen siempre jóvenes. El abedul destaca además por su capacidad para volver a colonizar rápidamente los territorios asolados por el hielo.

La observación imaginal del abedul nos habla de esto, pero también de nosotros mismos: vemos cómo se agrupan cerca de lo húmedo los corazones adolescentes, cargados de esperanza. O a la mujer mayor que rezuma betulina y te consuela con solo escucharte, hasta derretir el frío para que puedas seguir.

Y esto es solo una muestra de la red del mundo que se ve en la oscuridad de los órganos. Sigo afinando la mirada bajo la luna, intentando no perderme entre la arboleda. 

Nota: Los árboles del calendario de Ogham forman también parte del alfabeto de Ogham (más extenso que el calendario). En él, los árboles hacen la función de letras: el abedul, por ejemplo, se corresponde con la letra ogámica beth. 

Imagen 1:  Betula pendula. Fuente: https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=9591.

Imagen 2: Escuela de las Órbitas. © Adriana Manuela.  

 

sábado, 25 de julio de 2020

Metaforia es el hogar común (sobre las Correspondencias, I)

En redes sociales comencé hace unos años un álbum de imágenes y artículos llamado Metaforia, con el que pretendía mostrar cómo estructuras dispares del universo compartían analogías: neuronas y universo; hormiguero y árbol, etc.

En el plano de la psique-mundo, también me ha dado por registrar analogías significativas, a las que he llamado “manzanas de significación”. A quien interese, aquí un ejemplo de estas manzanas a las que el psicoanalista Carl G. Jung, y más tarde (por imitación), el físico David Peat llamaron sincronicidades.

Más allá del campo del estudio de la mente y de la relación mente-mundo, en biología las analogías han recibido el nombre de “estructuras convergentes” y se consideran el producto de la evolución convergente, es decir, de procesos evolutivos que acaban llevando al mismo lugar a estructuras dispares.

Dichos procesos, dicen los científicos, responden a razones biomecánicas. Personalmente, yo creo en la existencia de un “deseo” de vida y de cierta memoria en la materia, pero esa es una visión desde el imaginal de la que solo tengo la certeza de mi corazón y que, por tanto, nunca servirá para la objetividad más pura –esa tentación.  

Hay otro concepto que guarda cierta similitud con mis manzanas que es el de “isomorfismo”. Este procede de las matemáticas y designa la coincidencia formal de estructuras distintas. En el siglo XX, además, el isomorfismo saltó a la Teoría general de sistemas del austriaco Ludwig von Bertalanffy quien, al darse cuenta de las coincidencias en la evolución de los corpus de conocimiento de disciplinas varias, propuso que debían existir principios comunes funcionando en la formación de todos los sistemas.

Volviendo a Metaforia y a las manzanas de significación, creo (con Baudelaire) que el conocimiento a través de la analogía, la metáfora y/o la comparación que el ojo de la imaginación nos proporciona responde a la existencia en la realidad de analogías, isomorfismos, sincronicidades y/o estructuras convergentes.  

Por tanto, pienso que la imaginación nos muestra lo que llena el mundo de sentido y de significación, pues gracias a las analogías se entiende –al menos en parte- el porqué de las cosas; y no solo su cómo. [A pesar de lo dicho, y aceptando mi propia contradicción, sé que ese porqué sigue siendo un secreto o un misterio, pero esa es otra historia cuyo final no creo que esté escrito].

Por otro lado, parece que las analogías estarían en el principio de “lo similar produce lo similar” que rige la “magia simpática” de las sociedades tradicionales; esa magia con la se intentaba manipular –por imitación– elementos como la meteorología, el destino de las cosechas o el amor. La manipulación de los metales la dejaremos, tal vez, para otro post, pues tiene una enjundia diferente, no menos apasionante.  

Así que, a pesar del peso de nuestra propia tradición ilustrada (nótese, por ejemplo, con qué superioridad hablaba de la magia simpática James George Frazer en La rama dorada, un clásico de la interpretación de los mitos), creo que las analogías, isomorfismos, estructuras corvengentes nos recuerdan lo que podemos entender del mundo a través de la imaginación; ese órgano perceptivo que nos muestra las analogías y da lugar a la magia, el arte, la poesía… en definitiva, a todos los lenguajes con que las similitudes son representadas. 

Tal vez nos demos cuenta de que siempre hemos estado dándole un sentido y una significación a las cosas por analogía, con el mismo fin que cualquier otra estructura con su propia biomecánica: el deseo de pervivir; bailar con la entropía y/o a pesar de ella. 

Y aquí una nueva analogía entre nosotros y el resto que también nos recuerda que Metaforia es el hogar común. O al menos eso parece, desde la imaginación y el intelecto cordial de este tejido. 

miércoles, 1 de julio de 2020

El efecto croché en la materia de los sueños



Al poco de acuñar para mis adentros el término “efecto croché” para describir la organización/creación de estructuras por repetición de formas similares (por ejemplo, la repetición del número phi en la agregación de material hasta la formación de galaxias y/o girasoles), me topé con las representaciones en ganchillo del espacio hiperbólico de la matemática de la Universidad de Cornell, Daina Taimina.
Esta coincidencia es una manzana de significación, pero esa es otra historia. Hablé un par de veces por email con Taimina. Sin duda pensó que yo era una escritora española alucinada.
Desde el punto de vista de la física, estas agrupaciones por repetición (mi querido “efecto croché”) responden a la necesidad de promover una reducción del gasto de energía de los sistemas. Y de ahí las similitudes insólitas (y tan metafóricas), por ejemplo, entre la composición de estrellas de neutrones y el citoplasma de las células.
[Aquí es fácil imaginarse los abrazos de la materia para resistir al “enemigo” común que es la entropía. Abrazos a un tiempo emuladores y llenos de creatividad; abrazos siempre nuevos y repetitivos. Así en la Tierra como en el cielo; y en el ganchillo].  
Por otra parte, quizá el efecto croché no se dé solo en la materia, pues la psique también parece autoemularse para congregar campos semánticos, miedos, esperanzas, etc. Al menos eso podría inferirse –por ejemplo– de la rumiación de nuestros pensamientos; pero también, a mayor escala, de la reiteración de patrones en mitologías de múltiples épocas y lugares (véase El héroe de las mil caras, de Joseph Campbell; La escalera al cielo, de Mircea Eliade o la teoría de los arquetipos de Carl Gustav Jung, por nombrar solo a unos cuantos y por traer a colación al Círculo Eranos).
Todo esto me lleva a preguntarme (imagino a Taimina llevándose las manos a la cabeza): 1) ¿Hasta qué punto las leyes de la materia y de la psique se asemejan? 2) Y: si materia y psique compartiesen algunas leyes, no podrían ser lo mismo en distintos grados de densidad (tal vez la “densidad” solo sea producto de la unión de más y más capas; el fruto de una maravillosa polifonía?) 3) De ser así, ¿podríamos decir que la materia densa, al igual que la psique, significa y/o tiene sentido; y la materia sutil o psique tiene maneras de adensarse o componer (esto último parece proponerlo, por ejemplo, Henry Corbin en su libro La imaginación creadora; cosas de filólogos místicos). 4) En definitiva, como diría Shakespeare, ¿acaso estamos hechos de la misma materia que los sueños?
Sigamos con el texto de La Tempestad:y nuestra pequeña vida cierra su círculo con un sueño”. Como cualquier maravillosa figura perseguida por la destrucción; justo antes.
Creo que solo podremos tejer y asombrarnos.

Nota: En este artículo de la BBC se explica por extenso el interesantísimo trabajo de Diana Taimina y otras personas amantes del croché. 
Imagen: Ganchillo de espacio hiperbólico que acabó formando un arrecife, como se puede ver en este enlace

miércoles, 24 de junio de 2020

El universo como información a la sombra de Claude Shannon


La sombra del ingeniero informático Claude Shannon me resulta sorprendentemente alargada. Por una parte, su teoría de la información, creada a finales de los años 40 del siglo pasado, influyó en el desarrollo de la teoría matemática de la comunicación o teoría de la información.

De ahí  que en los institutos se estudie la comunicación en términos de intercambio de mensajes (cifrados en un código, que no lengua) entre un punto A o emisor y un punto B o receptor [nótese lo aburrido que puede resultar para los alumnos y alumnas esta explicación reduccionista; amén de lo lejos que está de nuestras lecturas de La Celestina o de las conversaciones llenas de gestos que continuamente ellos mismos mantienen].

Sin embargo, todavía me asombra más la influencia de la teoría de la información de Shannon en la interpretación del cosmos que hacen teóricos muy actuales, como el físico de la Universidad de Oxford Vlatko Vedral. Según él: “el universo mismo no estaría compuesto de materia ni de energía, sino de información”.

Quizá esté obsesionada con Shannon, pero incluso he creído notar su influencia en libro El universo informado, de Ervin László, que leí hace un par de años. En esta obra, László (filósofo de la ciencia con varias decenas de títulos publicados) plantea que la sustancia clave del cosmos sería un “campo de información” situado en un “vacío cósmico” (akasha o éter en sánscrito) que funcionaría como “almacén” de la información de todo lo sucedido alguna vez en el universo.

La explicación recuerda bastante a la nube o al disco duro de los ordenadores (a vueltas con Shannon), aunque quizá haya que reconocerle también algunas similitudes con el orden implicado del físico David Bohm (ver El paradigma holográfico, una obra muy interesante y, por cierto,mucho más poética).

Y aquí sigo, buscando información sobre la información que conforma el mundo, según Shannon y demás. Supongo que alargando aún más la sombra de Shannon o –lo que es más probable– echando un poco más de información al vacío. 



Imagen: La Celestina observa un intercambio de información entre un emisor (Calixto) y un receptor (Melibea), registrado por Fernando de Rojas en su código castellano de 1499. Aunque por razones diferentes, estos dos personajes también acabarán en el vacío.

viernes, 19 de junio de 2020

"Sobre el camino a la majestuosidad"


Sobre el camino a la majestuosidad (*)

En puntas de seda guardaba Arlequín
dos corazones:

uno era acróbata, otro
jugaba al ajedrez

Hasta que la madre
no cortó aquel hilo
fue criado.

(*) Poema del libro Tratado de las mariposas (Yaiza Martínez, Ediciones Tigres de Papel, 2018). Puedes encontrar más información sobre las mariposas y los artistas que aparecen en este poemario en este blog. La imagen es de Esperanza Vives Frasés. 

sábado, 13 de junio de 2020

Pequeña sincronía para el argumento de las manzanas

Si se está interesada en aprehender el argumento de la realidad, las notaciones sobre sincronías pueden resultar fascinantes. Pareciera, además, que el acto de apuntarlas aumentase su significado e incidencia (y quizá así funcione el misterio prolífico del mundo).  

Nos detendremos un momento en el análisis formal de una de las sincronías que he anotado recientemente en un cuaderno amarillo, como mis “manzanas de significación”, que así bauticé las sincronías hace más de un año (a posteriori relacioné esas manzanas con las del Jardín de las Hespérides, cuyo consumo empalidece el tiempo lineal):

“El 25 de diciembre de 2019 decido anotar las manzanas de significación. Elijo para ello un cuaderno amarillo (medio lleno con otras cosas) y abro una página al azar en la que hay prensadas unas hojas de manzano recogidas por mí misma el 27 de agosto de 2019, junto a San Miguel de Lillo y Santa María del Naranco, en Oviedo”.  

Aclaro que en ese cuaderno hay muchas otras hojas, todas ellas de árboles distintos; y que solo en esa página están las redondas hojas del manzano. Para rizar aún más este modesto rizo:

“Un par de horas antes de abrir el cuaderno para anotar mis primeras manzanas de significación, durante el desayuno, L. y yo rememoramos nuestra visita estival a San Miguel de Lillo y Santa María del Naranco”.  

Por tanto, al abrir el cuaderno amarillo para escribir sobre las manzanas de significación, me encontré con las hojas de un manzano que recogí en una visita a Oviedo de la que, un rato antes, había estado hablando con L. por primera vez en cuatro meses.

Anoto aquí mis preguntas: ¿hubo cierta influencia semántica en la concatenación de estos hechos simples? ¿Qué papel jugó la atención emocionada en esta confluencia (tanto las manzanas como mi viaje al prerrománico asturiano me conmovieron profundamente)? ¿Acaso la emoción atenta, de alguna forma, inclina la organización de nuestro pequeño mundo?

Sin esperanza alguna de conclusión, seguiré anotando para dilucidar posibles argumentos. También porque, como bien sabían los dioses, incluso en este extraño tiempo las horas se pasan mejor entre manzanas. 

viernes, 12 de junio de 2020

"Jengibre y su gota de luna"



La Troides andromache habita en la isla de Borneo, en la región en la que se levanta el Monte Kinabalu, un macizo granítico de más de 4.000 metros que es el centro de atención del Parque Nacional de Kinabalu

Para el pueblo indígena Kadazan, mayoritario al norte de Borneo, el Kinabalu es el lugar de descanso de los espíritus ancestrales. Las plantas medicinales y las raíces sagradas que crecen en él aún hoy son utilizadas por las sacerdotisas para canalizar los espíritus de cada familia.


Asimismo, este monte es clave en las historias y leyendas de Creación de los Kadazan. Una de estas leyendas cuenta que, después de una sequía prolongada, el dios Kinoingan sacrificó a su hija Ponompuan o Huminodun, y esparció sus pedazos por la tierra. 

Esta historia inspiró mi poema sobre jengibre y gota de luna, la maravillosa T. andromache, hoy dentro de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). 


Más información sobre esta mariposa y el resto de las que aparecen en mi libro Tratado de las mariposas (Ediciones Tigres de Papel, 2018) en este blogTroides andromache fue pintada para el texto por la magnífica artista Adriana Manuela Ruiz Gómez.

domingo, 7 de junio de 2020

Hay una lengua viva en el bosque imaginario

Desde tiempos inmemoriales, el bosque ha sido una fuente de recursos para el imaginario humano por ser un lugar profundo y misterioso; y también porque ha ofrecido elementos indispensables para la supervivencia: calor, protección, materiales, alimento…

A los lugares así el ser humano suele otorgarles un valor sagrado. Quizá sea ese el intercambio: tomar del bosque y, a cambio, hacer patente lo maravilloso del bosque. ¿Qué gana el bosque de eso? Mucho pues, como se ha demostrado, aquellas comunidades que perciben lo sagrado de su entorno hacen de este un uso sostenible que  favorece la perpetuación del medio (sin duda, tanto que aprender del religare local…)

Al bosque hemos acudido a ver arder los acebos con mensajes repentinos; a refugiarnos en los troncos vaciados de los tejos; a escuchar el lenguaje del viento o a mirarnos en el lago-espejo de Diana de Nemi. Allí están Yggdrasill, fresno nórdico que sostiene los nueve mundos y cuyas raíces se hunden en la sabiduría; el espino que vence al hambre o el roble identificado como “padre” por tradiciones diversas. Y en los bosques de niebla los laberintos del miedo, como redes de helechos que nacen del humus. Y están los claros del bosque, lugar para la visión, la toma de perspectiva, la recuperación del aliento.

Yo solo he empezado a adentrarme en el bosque y su imaginario, espero ir profundizando en ellos poco a poco. Afortunadamente, por el camino estoy encontrando algunas ayudas muy interesantes. Una de las más recientes ha sido el blog de la historiadora Lucía Triviño, Las hojas del bosque: bosques de cuento, los bosques en la Antigüedad Clásica, las arboledas del inframundo, las brujas y el bosque, los árboles movientes o el bosque en el Romanticismo son solo algunos de los temas que aparecen en este blog.  Sin duda, una preciosa guía para perdernos y encontrar lo que somos en el bosque; lo que hemos sido.



Imagen: Hayas en el Gribskov, Dinamarca. Autora: Malene Thyssen. CC BY-SA 3.0.

Notas sobre los minerales a medida que avanzo en "Naturaleza de la luz" (Eolas, 2023)

1. La vida parece devenir del hábito de los minerales, de su conocimiento organizativo. Un continuo en ese primer propósito parece hacer e...