sábado, 25 de julio de 2020

Metaforia es el hogar común (sobre las Correspondencias, I)

En redes sociales comencé hace unos años un álbum de imágenes y artículos llamado Metaforia, con el que pretendía mostrar cómo estructuras dispares del universo compartían analogías: neuronas y universo; hormiguero y árbol, etc.

En el plano de la psique-mundo, también me ha dado por registrar analogías significativas, a las que he llamado “manzanas de significación”. A quien interese, aquí un ejemplo de estas manzanas a las que el psicoanalista Carl G. Jung, y más tarde (por imitación), el físico David Peat llamaron sincronicidades.

Más allá del campo del estudio de la mente y de la relación mente-mundo, en biología las analogías han recibido el nombre de “estructuras convergentes” y se consideran el producto de la evolución convergente, es decir, de procesos evolutivos que acaban llevando al mismo lugar a estructuras dispares.

Dichos procesos, dicen los científicos, responden a razones biomecánicas. Personalmente, yo creo en la existencia de un “deseo” de vida y de cierta memoria en la materia, pero esa es una visión desde el imaginal de la que solo tengo la certeza de mi corazón y que, por tanto, nunca servirá para la objetividad más pura –esa tentación.  

Hay otro concepto que guarda cierta similitud con mis manzanas que es el de “isomorfismo”. Este procede de las matemáticas y designa la coincidencia formal de estructuras distintas. En el siglo XX, además, el isomorfismo saltó a la Teoría general de sistemas del austriaco Ludwig von Bertalanffy quien, al darse cuenta de las coincidencias en la evolución de los corpus de conocimiento de disciplinas varias, propuso que debían existir principios comunes funcionando en la formación de todos los sistemas.

Volviendo a Metaforia y a las manzanas de significación, creo (con Baudelaire) que el conocimiento a través de la analogía, la metáfora y/o la comparación que el ojo de la imaginación nos proporciona responde a la existencia en la realidad de analogías, isomorfismos, sincronicidades y/o estructuras convergentes.  

Por tanto, pienso que la imaginación nos muestra lo que llena el mundo de sentido y de significación, pues gracias a las analogías se entiende –al menos en parte- el porqué de las cosas; y no solo su cómo. [A pesar de lo dicho, y aceptando mi propia contradicción, sé que ese porqué sigue siendo un secreto o un misterio, pero esa es otra historia cuyo final no creo que esté escrito].

Por otro lado, parece que las analogías estarían en el principio de “lo similar produce lo similar” que rige la “magia simpática” de las sociedades tradicionales; esa magia con la se intentaba manipular –por imitación– elementos como la meteorología, el destino de las cosechas o el amor. La manipulación de los metales la dejaremos, tal vez, para otro post, pues tiene una enjundia diferente, no menos apasionante.  

Así que, a pesar del peso de nuestra propia tradición ilustrada (nótese, por ejemplo, con qué superioridad hablaba de la magia simpática James George Frazer en La rama dorada, un clásico de la interpretación de los mitos), creo que las analogías, isomorfismos, estructuras corvengentes nos recuerdan lo que podemos entender del mundo a través de la imaginación; ese órgano perceptivo que nos muestra las analogías y da lugar a la magia, el arte, la poesía… en definitiva, a todos los lenguajes con que las similitudes son representadas. 

Tal vez nos demos cuenta de que siempre hemos estado dándole un sentido y una significación a las cosas por analogía, con el mismo fin que cualquier otra estructura con su propia biomecánica: el deseo de pervivir; bailar con la entropía y/o a pesar de ella. 

Y aquí una nueva analogía entre nosotros y el resto que también nos recuerda que Metaforia es el hogar común. O al menos eso parece, desde la imaginación y el intelecto cordial de este tejido. 

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